Esta es la historia de Ángel Galé Comenge, mi abuelo.
Un labrador taustano de 26 años, que el 18 de Julio de 1936, se encontraba trabajando en sus tierras, sin imaginar que ese mismo día empezaba su cuenta atrás.
Mientras parte del ejército se subleva contra el gobierno, el joven, al ver que algo pasa, regresa corriendo a su casa. Vuelve muy preocupado por lo que le pueda pasar a su hermano de 19 años, casi en edad militar. No se puede imaginar, que será él, quien reclamado por los nacionales, tendrá que abandonar a su mujer, con la que lleva casado poco más de un año y a su hija de tres meses, para ir a una guerra, que ni entiende ni comprende.
A partir de ese momento, la vida del protagonista y de todos los que le rodean, cambiará.
Gracias a las 142 cartas que desde Quinto; el pueblo donde estuvo destinado; escribe a su mujer, sabemos cómo fue su vida allí, cuáles eran sus pensamientos y deseos, como transcurrían sus días y de que forma se relacionaba con sus jefes y compañeros.
En un frente en el que durante un año apenas hay batallas, todo cambia, cuando el 24 de agosto de 1937, se produce la ofensiva republicana sobre Zaragoza.
Su última carta es del día 23, unas horas antes de que empiece la batalla.
Muchos de mis amigos, me preguntan por el motivo que me ha llevado a escribir esta novela y la verdad es que la respuesta es un poco complicada.
Yo he vivido toda mi infancia, entre los recuerdos de un abuelo ausente y una abuela eternamente de luto; en un pueblo y en una sociedad, donde todo el mundo se conoce y sabe de qué lado estuvo su familia durante la contienda; viendo cómo se definía a los personas por: “ésas son de los nuestros, ésas otras no”, “con éste puedes salir, pero a ése, ni te acerques”.
Crecí oyendo hablar tanto de ese periodo de nuestra historia y de cuanto le había afectado a todos los que me rodeaban, que mi curiosidad por saber lo que le había sucedido a mi abuelo y por conocer lo más posible sobre esa época, hizo que desde muy pequeña, leyera innumerables libros sobre el tema y escuchara siempre, a todo aquel que me quisiera contar algo relacionado con esa historia.
Cuando me hice adulta, empecé a investigar sobre esos hechos y lo he seguido haciendo hasta hoy. Llegó un momento, en que me vi con tanta documentación y sabiendo tantas cosas que nadie más conocía, que sentí la necesidad de ponerlo todo por escrito y contar mis descubrimientos, así que decidí hacerlo y empecé mi novela.